Es la forma de gestionar nuestros recursos de forma equilibrada y responsable, manteniendo siempre una estabilidad monetaria.

Entre las buenas prácticas están:

Gestionar un presupuesto acorde a la realidad económica del grupo familiar. Con ello se evitará un déficit presupuestario o un incremento en la deuda familiar.
Tener claro los ingresos familiares totales para establecer criterios responsables en cuanto a la relación gastos/ingresos.
Establecer metas para ahorrar reduciendo gastos superfluos que no esté dentro de lo estrictamente necesario.
Ahorrar para lograr una economía familiar sana y sin problemas.
Intentar reducir las deudas a la mínima expresión.
La educación debe tener un papel importante en el presupuesto familiar.